Entro al tren precedido y seguido, en el medio, de mis compañeros de viaje. Tomo asiento en el compartimento que compartiría con mi primo hasta Barcelona. Es una cabina estrecha pero bien diseñada y aprovechada. Me agrada la comodidad que sustituye a la esperada sensacion de claustrofobia. Como buenos exploradores tocamos todos los botones posibles incluyendo el de llamada a cabina. Nos sorprende una voz con un toque autoritaria pero que no esperaba ninguna llamada de auxilio, si no, la típica llamada de equivocación de unos viajeros inexpertos. La cabina parece diseñada por los duendes que hacen los muebles de IKEA, en una revista no desencajaría nada.
Salimos con el resto de exploradores en busca de la cafetería. Tarea no muy complicada pensando que solo se puede ir en una dirección. Eso sí, no nos equivocamos de sentido.
Hora de dormir. Se descuelgan de la pared dos camas, un poco justas he de decir, pero cómodas. La habitación bien insonorizada, pero un tic constante sin tac nos desvela un poco. Vemos una peli que ninguno consigue ver acabar, y negro.
Varias estaciones y llegamos a Barcelona. Contactamos con nuestra guía y comenzamos una corta, pero interesante visita por los barrios mas llamativos de la ciudad.
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